sábado, 9 de noviembre de 2013

El día en que Matilde recobró su libertad


Matilde era una mujer luchadora... aunque nadie lo sabía, ni siquiera ella misma. El hecho de haber criado solita a cinco hijos varones y de haber aguantado durante casi cincuenta años a un marido, también varón, y que no conocía la palabra respeto, eran motivos más que suficientes como para sentirse orgullosa... aunque nadie parecía saberlo, ni tan siquiera ella misma.
Aquel día era un domingo como otro cualquiera; Matilde llevaba toda la mañana cocinando para sus cinco hijos, nueras, ocho nietos y un bisnieto. Setenta y cinco años son muchos años, y Matilde estaba cansada... aunque nadie quería saberlo, ni siquiera ella misma.
Matilde freía patatas mientras todos discutían en la mesa: tocaba resolver el futuro de mamá tras haber enviudado recientemente; todos y todas sabían perfectamente lo que a ella le convenía. Matilde, callada, se concentraba en sus patatas. Al fin Paco, el mayor, tomó la iniciativa con decisión: “no se hable más; mamá, vendes esta casa, te compras un piso en la ciudad y se acabó”.
-Pero si estoy bien aquí, hijo, de verdad... -empezó a decir Matilde sin quitar ojo a sus patatas.
-De eso nada, Paco tiene razón, te vienes con nosotros a la ciudad -la interrumpió Miguel, convencido ante el apoyo del resto.
Entonces Matilde soltó la espumadera sobre la sartén, se secó bien las manos en el delantal aceitoso, se volvió hacia la mesa y, con la mirada fija en los ojos de su tercer hijo, afirmó lenta pero firmemente: “He dicho que estoy bien aquí.” Acto seguido volvió a tomar la espumadera y continuó con las patatas, satisfecha porque no se le habían quemado. Tras unos segundos de silencio, Gertru, la mujer de Paco, les recordó a todos lo lluvioso que estaba siendo el mes de noviembre. Aquel domingo, Matilde recuperó la libertad... aunque nadie se quiso dar cuenta, ni siquiera ella misma.



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